El
colmillo del tigre es una flor que se pudre
Te
amo porque existes y si no existieras, diría que el mundo no existe, que no hay
veranos para la lluvia, que no hay hojas para el viento. La creación está
completa con el esbozo de tu sonrisa. Te amo porque eres la materia
incandescente que ha elevado mi espíritu cada noche y cada día, porque a partir
de un sueño tuyo me levanto. Cada partícula de cada elemento que compone la
vida que me rodea, tiene algo de ti. Estás en las palabras. El sentido del
lenguaje viene de tu nombre. La primera vez que vi el sol, creo recordar que te
miré descender de un rayo y acomodar la forma cambiante de tu cuerpo al caer
del agua. Cuando recorría el viejo camino a casa entre los árboles de un
pequeño bosque, se agitaban las ramas y la naturaleza cantaba tu nombre. Tu rostro
aparecía a veces cerca de un árbol milenario, rostro pálido y de Ninfa, rostro
eterno. Eco murmuraba a tu paso. LA LOCURA comienza con dos caballos que se
besan. Ascender hasta tocar tu cielo, ahí donde los muchachos penden en el
abismo. Los magueyes dividen el sabor de la mañana en mi lengua, apuntan las
espinas al centro de la ceguera. Otro antes que yo, dejó el sendero cubierto de
piedras, debajo respiras, ardes en el corazón de la tierra. ARDES. En mi
espejismo eres Capital, una montura, una baraja de naipes que contiene todas
las estrellas. Tu centro es el calor, ardes. Partitura del asombro, quemo mi
piel con tu tacto, tus dedos avanzan sobre mí, vas y calcinas mis pastos, la
sangre es una serpiente oscura. Un bosque de bruma, los versos se esconden
entre la música.
La
vida es un carrusel, las sirenas pelean por el león, las posee a todas, come su
cerebro de cristal. La vida es una vuelta en el CARRUSEL, las sirenas están
preñadas de olvido y el león da una vuelta más por otra parte. El colmillo del
tigre es una flor que se pudre al mediodía, los colores a mayor velocidad dan
siempre NEGRO. Duele el sexo menguante, pulsación interna, mar de esquirlas que
recorre, pasa por la vulva, magma. IMPREGNA.
El
tigre dejó una lágrima para humedecer el pétalo más azul de la rosa. En el lomo
de la bestia estás, me miras con el ojo izquierdo. Pides otro paseo, el ticket,
no hay descenso, lo tuyo está en la luz y las alturas. Llevas una corona, tú la
santa, la humilde, una aureola de miradas. En las ciudades donde la escarcha
está formándose, donde el aire es denso y helado, vuelas en forma de copo de
nieve, tu sabor es a nada y agua. La humedad siempre abandona el cuerpo de los
muertos. Los letreros crujen cuando más baja la temperatura. La tormenta no tiene
nombre, pusiste tu dedo blanco sobre su boca. Te llevas los vocablos, adornan
el traje de plumas que arrastras por el boulevard. La soledad es ROJA. Devora
todo lo que se asoma. Te amo, encontrada en un sitio abandonado, te amo asomada
en la fuente. Mi herencia es una llave que resplandece sobre lo blanco, una
pieza de oro. Los diamantes son claridad, rocío, cortadura perfecta, nunca los
veré sobre la acera. ROJA se expande hasta quebrar los huesos. Fui a buscar la
tempestad, mi cuerpo es un carbón en la planicie. Me consumo. La nevada se
lleva la tinta, la sopa, la vigilia. Cierro los ojos, obedezco. Te prefiero
oscura, lee mis labios y dime lo que pienso. Me conoces desde el coraje, desde
el odio de un día. Y también en la pasión que nos sacude. Te digo adiós siempre
y vuelves, vuelvo. Vuelo. Es el sueño, ahí eres furor, escándalo, concepción.
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