Hablamos de la oscuridad
o de las ballenas que cantan cerca de sus hijos
las canciones del océano más distante.
Algunas parejas están desnudas en la misma postal.
Pero también hablamos de la noche, de cuando alguien
enciende las luces de casa para distinguirla,
igual que un barco pequeño en alta mar.

Y no: yo no encendí ninguna luz,
ni siquiera esa que va por dentro
o la lámpara contra el alba.
Tú encendiste la luna algunas noches
para que se te borrara después con los años.
Sólo pensé: te seguiré contando esta historia,
 te hablaré acerca de los cráteres y del conejo.

Acomodé mi oscuridad y te mostré
cómo era que me quedaba entre las ramas una lechuza más,
unos ojos desorbitados entre las hojas,
una bestia pequeña lista para herir, para aniquilar.

Sabía que iba a matarte un día; sin embargo
la puerta era lo único que había entre los dos.
Me protegiste de mí, me salvaste entre tus garras,
lejos de la desaparición de los otros, los que escudriñan,
los que se acercaban a mirarse en el pozo muerto.



 (Poema del libro "Cementerio de elefantes", editorial Fósforo, CDMX 2013)

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