La ciudad sumergida

 

 

 

1

Siembro el deseo de este poema: una semilla parte mi corazón

                                       y las ramas recorren mi espalda.

¿Qué se sentirá volar años luz a la velocidad de un pájaro

sólo para segar un abrazo tuyo, otro y otro?    

Esta vez no hay espacio: aquí el instante encaja sus garras en la piel del tiempo.

 

2

Desde el exterior se nota, por los ojos, una selva:

esa jungla de ideas y de imágenes. Como yo,

tú eres una bestia, pero sueñas un sueño distinto

                                                                                  al otro lado de mi herida.

 

3

Llegaste al puerto de la mirada púrpura;

yo era una rosa en la noche, una colección de cuchillas.

No sabía qué más hacer: escribir un poema de largo,

largo aliento sobre tu espalda,

                                                  o cegarme con esa luz de campo de algodón.

4

Imaginaba entonces una idea tuya, pero nunca sería suficiente:

deseabas todo el sitio, cada palabra; querías la deconstrucción

sólo para comenzar todo de nuevo

y que en tu mente habitara

                                              la flama de una música imperceptible.

 

5

Vas a crear un mundo allá afuera.

Yo estaré en el lugar donde crecen los pantanos.

Ven a verme para abrir la cortina, para hacer sonar

las campanas de la mente;

                                              al vuelo irán los pensamientos y el juicio de los otros.

 

6

La lluvia es el lenguaje. Tu beso, como pared,

                 me detiene en el instante:

beso con el que rompes el alba, el tedio, el horror;

beso alucinógeno, beso que juro no dice nada

más que ardor, diluvio, y después vacío;

beso de guerra que anuncia la caída de un imperio,

que abre la bóveda de nuestros pulmones;

beso que al encontrar mi boca, dibuja

                                                               un silencio perfecto.

 

7

Había dinteles, columnas jónicas, acueductos

de una ciudad recién inaugurada.

El trazo de tu mano firme sobre el papel,

ahora lo sé, caería sobre el plano

de la poesía con su lluvia negra:

Esta es Nuestra Noche.

                                           Siempre, y otra vez.

 

 

 

 (El poema forma parte del libro Como un violín en su caja negra, de la editorial mexicana Vocho Amarillo, publicado en el 2018)


 

Comentarios

  1. Cuando el corazón anda adolorido se saborea mejor el poema. Gcs por compartir.

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    1. Gracias Unknown, por tu comentario. A veces el corazón anda adolorido y otras veces solamente es la representación de un espacio en blanco.

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